martes, 28 de enero de 2014

De noches toledanas y no de otro sitio

No es que solamente se haga de noche en Toledo y tampoco es que las noches en Toledo tengan mas estrellas que en Cáceres o en Salamanca, aunque habría que precisar que hablamos de Toledo, en el centro de la península Ibérica, un poco mas abajo de Madrid y al norte de Ciudad Real, no confundir con Toledo, Ohio, pues aunque se llamen igual, no son lo mismo, la Toledo de la península ibérica, antigua Toletum romana, antigua capital del reino visigodo de Hispania, y posterior capital imperial de Carlos V.

Dice el diccionario de la RAE que una noche toledana es aquella que se pasa sin dormir, pero ¿porqué toledana? y no sevillana, o almeriense, valenciana o lucense, pues cuenta la leyenda que tras una sublevación en esta ciudad, allá por el año 797, 803, 807 o 812, según las diferentes fuentes,  en la cual los nobles toledanos cansados del salvajismo del gobernador de la ciudad el Wazir, Yusuf ben Amru (Alruf en otras fuentes) acaban con su vida, decapitándolo.
Muley que era el consejero que el emir tenía en la ciudad, viaja a Córdoba, capital del Califato, a contar lo acaecido, ante tal acto, el Califa Al-Hakam I, éste convoca al padre del defenestrado, y le cuenta lo ocurrido en Toledo, a lo que éste responde pidiendo ser el nuevo Wazir, para poder enmendar los errores de su hijo, lo que el Califa acepta.
Una vez en Toledo Amru I, gobierna rectamente, con bondad y comprensión. Se forma un consejo de nobles que pasado el recelo inicial, ponen toda la confianza en el nuevo Wazir, ya que éste no toma ninguna decisión importante sin contar con ellos. Así que la ciudad se apacigua, al pensar que el padre no guarda rencor por la muerte del hijo, pero en realidad Amru sólo está esperando la oportunidad de vengarse, y esa oportunidad llega cuando el príncipe Abderramán I, el primogénito del emir, llega desde Córdoba, camino de Zaragoza, y decide hacer una parada en Toledo para descansar, tanto el, como su séquito. Amru, en su condición de wazir de la ciudad organiza un banquete en honor al príncipe, invita a su palacio a todos los nobles, plaga las oscuras calles, que llevan a palacio, de antorchas y engalana la puerta, ningún noble se pierde por el camino y pueden entrar a lo que creen, va a ser una fiesta inolvidable.

De hecho, lo fue, pero no por el festín que se habían imaginado, cuenta la leyenda que conforme los nobles iban entrando en palacio, estos eran decapitados por la guardia personal de Amru, la mayoría de miembros de la cual había servido bajo las órdenes de su hijo, los cuerpos eran arrojados a un foso, de ahí que también se conozca como la jornada del foso, el vapor que salía del contacto de la sangre con el frío ambiente, parecía el humo saliendo de las chimeneas de palacio, fueron degollados de unos cientos a miles según las cónicas, hasta que alguien gritó:

¡Toledanos, es la espada, voto a Dios, la que causa ese vapor (de la sangre) y no el humo de las cocinas!
De tal forma que no hubo noble en Toledo que participando en la muerte de Yusuf, sobreviviera a esa noche.

A la mañana siguiente la gente miraba intrigada el color rojo sangre que bañaba las calles y siguiendo su rastro hasta palacio pudieron observar, con horror, las cabezas de los nobles clavadas en picas en las almenas, a modo de advertencia. Amru, satisfecho por la consecución de su venganza se fue a la tumba de su hijo y exclamó. "¡Hijo mío, ya puedes dormir en paz, pues ya has sido vengado!".
Hasta aquí la leyenda, de la que posiblemente viene el hecho de que se diga que cuando alguien no ha podido dormir, que no ha pegado ojo, que ha tenido una mala noche, haya tenido una noche toledana.

Pero como el Osico no se conforma con retransmitir, pues buscando por ahí y por allá, también he encontrado otras posibles razones para la noche toledana:
Según Gonzalo Correas en su Vocabulario de Refranes, la noche toledana proviene de que "las mozas toledanas, en la noche de San Juan, permanecían a la escucha de la primera palabra que oían en la calle a partir de las doce, pensando que con el que se nombrase se habían de casar".
Según el Tesoro de la lengua castellana de Sebastián Covarrubias: "Noche toledana, la que se pasa de claro en claro, sin dormir, porque los mosquitos persiguen a los forasteros, que no están prevenidos de remedios como los demás".
Aunque la razón podría ser mas alegre y fiestera, pues en un artículo de José Ibáñez Marín, publicado en el Diario de Toledo en 1894, se preguntaba "¿quién, sobre todo siendo mozo, no ha pasado una "noche toledana" en brava jácara con ingredientes y auxiliares gustosos?" añadiendo "que de semejantes embelecos no se habían librado ni soldados galanes, ni reverendos clérigos, ni guapos curtidos en lides rufianescas".

Mas aquí, aquí, aquí, y aquí

No hay comentarios:

Publicar un comentario