Esta expresión viene de la Grecia clásica, donde la religión exigía un respeto a los muertos, que se resumía en una serie de actos para evitar que los espíritus de estos se enfadaran con los vivos y no los dejaran en paz.
Caronte el barquero |
Después se lavaba al muerto, se ungía con aceite y se le vestía con finas ropas blancas, el cadáver se ponía en la entrada de la casa con los pies mirando a la pueta, tras unos siete días de velatorio, donde venían la plañíderas a llorar al muerto, a primera hora de la mañana un cortejo fúnebre llevaba el cuerpo siempre con los pies por delante, hasta el lugar donde sería cremado, la inhumación no era costumbre. Una vez cremado y según el estatus del difunto se erigía un monumento debajo del que en una urna se ponían los restos del crematorio en una urna. Era costumbre celebrar la memoria de los ancestros hasta unas tres generaciones después, entre otras cosas se hacían ofrendas al difunto y un banquete para los vivos.